

Ikal del Mar, el antiguo nombre del hotel, significa «poesía del mar», aunque «poesía de la selva» también hubiera sido un nombre idóneo: la playa está a sólo unos pasos y las villas del Ikal del Mar se encuentran en plena vegetación, comunicadas entre sí por senderos serpenteantes, sin rastro de luces artificiales que distraigan de la belleza natural de la selva..
Si se diera una vuelta por el complejo hotelero, jamás adivinaría que hay nada menos que veintinueve villas individuales, con sus correspondientes piscinas privadas, pues la selva es tan espesa y las líneas de visión están tan bien delimitadas que cada una de ellas bien podría ser la única..
Los interiores son espectaculares, y ya pueden serlo, pues éste es el clásico sitio en el que los huéspedes de luna de miel se pasan escondidos días enteros. Las villas tienen tejados de paja y cada una de ellas está equipada con una cama con dosel y mosquitera, almohadas de plumón y sábanas de algodón egipcias. Los cuartos de baño de mármol y madera están a la altura de los de cualquier hotel boutique de ciudad, con sus productos surtidos de Molton Brown, sus toallas extra grandes y algo que no encontrará en la ciudad: una puerta que da a la ducha del jardín.
Si lo desea, puede encerrarse tranquilamente en su villa durante toda su estancia, pero se perderá algunos de los principales encantos de Ikal del Mar. La playa es sumamente pintoresca y merece la pena verla, pero, debido al arrecife de coral, tendrá que caminar un poco para encontrar una zona lisa. No se preocupe: también podrá contemplarla desde la piscina o desde el bar restaurante de dos pisos. A un hotel como éste no podría faltarle el spa, que, en este caso, ofrece modernas técnicas de masaje y tratamientos de belleza con una clara influencia maya.
Fuente: Tablethoteles