Explotadas como reclamo turístico, sus alrededores están cerrados para no permitir el acceso libre, es posible escalar hasta su cima (situada a unos 900 metros desde la base) con la ayuda de un guía y en grupo agarrados de la mano. El trayecto se cubre en aproximadamente una hora y a ambos lados de la cascada existen una serie de plataformas para facilitar la salida de aquellas personas que por lo que sea deciden no seguir escalándolas.
En Jamaica abundan este tipo de cascadas dispersas por la selva, perfectas no sólo para darse un chapuzón sino también para la práctica del llamado turismo extremo. Las más conocidas de todas son las de Dunn’s River Falls, que forman parte de lo que los indígenas llamaban “Xayamaca” que significa tierra de ríos y rápidos. A la llegada de los españoles, la zona fue bautizada como “las chorreras” por su gran cantidad de manantiales y caídas de agua. Con el paso del tiempo aquel lugar terminó conociéndose como “Ocho ríos”, aunque en realidad sólo existen allí cuatro ríos que vierten sus aguas cristalinas directamente al mar.
Las tierras donde se encuentran estas cataratas eran propiedad privada hasta que en el año 1972 el Gobierno las adquirió para su explotación como zona turística. Dunn’s River Falls son únicas en su especie. Los depósitos de piedra de travertino que las forman son constantemente regenerados, como consecuencia de la precipitación del carbonato de calcio en el río. Su privilegiada situación (cerca del mar) y su composición las convierten en singulares.
El parque que las acoge se ha convertido en una mezcla de modernas instalaciones que mantienen el encanto rústico de un entorno natural. Cuenta con numerosas sendas perfectamente señalizadas que facilitan el acceso a la parte alta de las cataratas, un gran número de aparcamientos y zonas habilitadas para que los huéspedes pasen una jornada inolvidable, rodeados de naturaleza.
Imágenes sujetas a licencia CC de Mangrove Mike
